Vocación permanente a la misión (Edición #9)

Llamados a vivir, amar y servir. Mes misionero Arquidiocesano 2024

La vocación es un llamado, proviene del verbo en latín vocare que significa llamar, también indica voz, invocar o provocar. Teniendo en cuenta esta palabra, se pretende en esta edición de nuestro Juan fe, profundizar en la importancia de sentirnos llamados, en medio de una sociedad en la que impera la indiferencia y en la cual la comunicación se ha vuelto cuestión de mensajes de texto o de redes sociales, y aun así caemos en la cuenta de que a lo largo de nuestra vida Dios nos llama, nos regala su voz para provocar en nosotros una acción constante de misión, de salida, de encarnar su reino en nuestra realidad.

La cantidad de llamados que se realizan hoy es impactante, constantemente se reciben con tanta insistencia mensajes publicitarios y por redes, que puede pasar desapercibida la voz de la conciencia en nuestras vidas o la voz serena como la brisa que en ocasiones presenta Dios en nuestra vida (1Re. 19, 12) para invitarnos a comer y a seguir nuestro camino. Que este Juan Fe nos permita entonces, darle la importancia a la voz de Dios que nos llama desde el principio, se hace presente cada instante de nuestra vida y espera una respuesta generosa por parte de cada uno de nosotros como sus hijos y también como su comunidad parroquial que tiene fijos los ojos en Jesús.

Llamados a la vida

El primer llamado que se nos presenta es el llamado a la vida, en el libro de Jeremías nos permite profundizar este llamado (Jr. 1, 5) “antes de formarte en el vientre de tu madre te conocí; antes que salieras del vientre te consagré; como profeta de las naciones te constituí” es motivo de gran felicidad comprender que Dios mismo nos conoce desde antes de nuestra existencia, es el mismo Dios quien nos llama a la vida que nos la entrega como un don de amor y de confianza para cada uno de nosotros. Nuestra vida es un proyecto de Dios y tiene todo el sentido cuando ese proyecto lo hacemos realidad de manera libre y voluntaria. 

Ante este llamado surgen preguntas que tendremos que reflexionar, ¿Cómo estoy viviendo ese don?, ¿Mi vida si está en consonancia con el proyecto de Dios? ¿Cómo puedo hacer de mi vida la realización del proyecto de Dios? Para dar respuesta a estos cuestionamientos debemos entrar a nuestro corazón y darnos cuenta de todos aquellos detalles que se oponen a este llamado, también llenos de confianza en el amor de Dios tendremos que pedirle que nos permita conocer su proyecto para que la respuesta sea afirmativa y consciente pues como dice San Agustín “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

Llamados a la santidad

El segundo llamado que nos hace Dios es el complemento al primero, si Dios nos llama a la vida y nos propone un proyecto, ese proyecto tiene nombre claro, es la santidad, en el Levítico el Señor dice a Moisés “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lv. 19,2) y el Papa Francisco en su exhortación apostólica sobre el llamado a la santidad en el mundo actual (Gaudete exsultate) expresa “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”(GE. 14) esta santidad entonces se debe ver reflejada y crece a través de pequeños gestos cotidianos. 

Jesús propone a sus discípulos el mismo proyecto, pero de manera más concreta “sean misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc. 6, 36) y es así como comprendemos que las obras de misericordia son un camino propuesto para alcanzar la santidad, son estas obras las que nos permiten poner en sintonía nuestra vida con el proyecto soñado por Dios, estas obras físicas y espirituales nos permiten hacer diariamente el Reino de Dios en nuestra realidad, nuestro contexto en tiempo presente y en este espacio concreto, nuestra comunidad parroquial. Ser misericordioso nos hace entrar en la dinámica de salida hacia el otro, hacia el que sufre, siendo conscientes que no lo hacemos por nuestra iniciativa, sino que somos enviados por Jesús, de la misma manera en que Jesús se sabía enviado por su Padre. 

Jesús enviado del padre

Jesús en Nazaret proclama y hace suyas las palabras del profeta Isaías “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres, a anunciar la libertad a los presos, a dar la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc. 4, 18-19) es sin duda alguna el proyecto propuesto por Dios a vivir santamente, Jesús lo asume y lo vive a plenitud y nos envía a nosotros, sus seguidores, a hacerlo nuestro también y de esta manera responder al llamado a la vida y a la santidad planteados anteriormente.

La iglesia enviada por Jesús 

A lo largo del Evangelio Jesús envía a sus discípulos a proclamar el Reino de Dios en varias ocasiones, en este caso nos centraremos en el último capítulo de Mateo, antes de subir al cielo Jesús al lado del Padre nos da el envío misionero a toda su iglesia “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he enseñado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 19-20) Este mandato deja clara la misión permanente de toda la iglesia desde siempre, estamos llamados a ser y hacer discípulos de Jesús, a vivir nuestro bautismo y a enseñar el Reino de Dios hoy, ese Reino que nos permite tener la certeza que Dios está con nosotros siempre y que nunca nos va a dejar.

Mes misionero en la Arquidiócesis 

Dando respuesta a este llamado permanente a la misión, cada mes de octubre se celebra de manera especial la acción misionera de la iglesia, en nuestra Arquidiócesis este año se ha asumido el mes misionero con un lema muy claro, “llamados a vivir, amar y servir” es la forma indicada de hacer nuestras vidas coherentes a los llamados de Dios, nos ha llamado a vivir y la santidad se alcanza amando y sirviendo a los otros, este mes es una oportunidad perfecta para responder de manera afirmativa a los proyectos a los que Dios nos ha llamado desde el principio. 

Nuestra parroquia responde de manera activa a este llamado, lo hace por medio de toda la comunidad, de la que han salido un grupo significativo de misioneros, que se han formado y preparado en la oración para vivir su bautismo de la mejor manera, además para salir a los otros con amor y servicio, por medio de las asambleas, las visitas a los otros y la llegada a los sectores a vivir la promesa de Jesús, mostrando que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. También los grupos y pequeñas comunidades estamos en la dinámica misionera, por medio de la oración, la apertura y la acogida amorosa de todo aquel que llegue a nuestra parroquia en busca del Dios que nos ama y nos llama.

Por último, este es un llamado a todos los sectores y habitantes de nuestra parroquia para que abramos la puerta a aquellos misioneros, para que abran también el 

corazón para recibir el mensaje que se transmite en la vida de cada uno de los que llegan y que podamos así sincronizarnos conforme al proyecto planteado por Dios desde el principio para nosotros, logrando así encontrar el sentido de la vida como don precioso de Dios para cada uno.

Elementos para tener en cuenta este mes misionero

Para responder de la mejor manera al llamado misionero del Padre, los invito atener en cuenta los siguientes elementos: 

• Oración: La oración por las misiones y por los misioneros siempre ha sido fundamental en la que pedimos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies porque la cosecha es abundante. Que a imagen de SantaTeresita del niño Jesús, nuestra oración de frutos abundantes para los misioneros.

• Vida sacramental: Los misioneros debemos tener siempre presente que somos enviados por Jesús, y necesitamos de su presencia, de su amor y de su ejemplo y la mejor forma de alcanzar todo esto, es por medio de la vida sacramental, en especial la Eucaristía.

• Comunidad: La misión no se realiza solo, es una respuesta individual para conformar una comunidad de llamados y enviados por Dios. 

Que las comunidades de nuestra parroquia seamos parte activa de la misión con la acogida y el aporte de misioneros.

• Salida: La salida permanente implica desacomodarnos, pero sobre todo implica mucha confianza y fe en aquel que se ha fijado en nosotros, nos ha llamado y nos ha dado sentido por medio de la misión.

• Acogida: Cada miembro de la parroquia debe tener la acogida como una acción que continua la misión ya que a imagen del Padre del hijo pródigo sale a recibir a su hijo, lo viste, lo baña y hace una fiesta por su llegada.

El Rosario ¿Una oración aburrida?

El pasado 7 de octubre celebramos la memoria de Nuestra Señora del Rosario. Es por esta razón que la Iglesia ha designado octubre como el «mes del rosario», y queremos aprovechar esta ocasión para reflexionar sobre esta hermosa práctica de piedad.

Sin embargo, para algunos, el rezo del rosario ha llegado a percibirse como una actividad monótona, marcada por la repetición de palabras que parecen innecesarias en una época donde prevalece lo inmediato. En medio de este contexto, meditar en silencio y repetir las mismas palabras puede parecer poco atractivo, pero he aquí la primera de las enseñanzas del Santo Rosario: «Cuando el rosario es rezado devotamente y constantemente, trae consigo una gran cantidad de gracias del cielo.» San Luis María Grignion de Montfort.

Pero la verdad es que el rosario es todo menos aburrido. Esta oración es una poderosa arma contra el mal. El Santo Cura de Ars decía: “Con el rosario le he arrebatado muchas almas al demonio”. Y el Papa San Pío X afirmaba: “Dadme un ejército que rece el rosario y conquistaré el mundo”. Como ellos, muchos otros santos han descubierto el poder del rosario. Tanto por su historia como por su fuerza espiritual, el rosario es más que un simple objeto decorativo; es un arma espiritual poderosa.

El origen de esta oración se remonta al año 1208, cuando Santo Domingo de Guzmán, sacerdote español, recibió de la misma Virgen María el encargo de propagar el rosario, una oración que ella misma le enseñó. Aunque tuvo gran éxito en su misión y convirtió el rosario en el símbolo de la comunidad que fundó, los dominicos, no fue hasta el 7 de octubre de 1571 que el rosario adquirió un significado aún más profundo.

En ese día, durante la decisiva Batalla de Lepanto entre cristianos y musulmanes, las flotas cristianas, siendo muy inferiores en número, rezaron el santo rosario y, milagrosamente, obtuvieron la victoria. Inspirado por este evento, el Papa Pío V, que estaba en Roma y aún no había recibido noticias de la batalla, anunció al pueblo que los cristianos habían triunfado por intercesión de la Virgen, nombrando aquel día como el día de Nuestra Señora de las Victorias. Este acontecimiento consolidó el rosario como una oración de poder espiritual y protección.

Como si esto no fuera suficiente, las apariciones de Nuestra Señora a tres niños en el pequeño pueblo de Cova de Iria, en Fátima, Portugal, y su llamado a la conversión y al rezo del santo rosario para alcanzar la paz, resuenan hoy más que nunca. La Virgen nos invita, a los hombres y mujeres del siglo XXI, a volver a tomar el rosario en nuestras manos. Nos llama a usarlo como un arma espiritual para desarmar los ejércitos impulsados por la ambición de poder, para pacificar los hogares divididos, y para sanar los corazones llenos de odio y resentimiento que, alejados de Dios, han olvidado el amor que Él nos ofrece, un amor que nos llama a ser constructores de paz.

Recemos el rosario en familia, por la Iglesia,por nuestra conversión personal, por nuestra patria, y por el fin de todas las guerras.

«A ustedes los llamo ¡amigos!» (Jn 15,15) Edición #8

A vosotros los he llamado amigos

Una mirada a la fuerza de la Palabra de Jesús

San Juan, Apóstol y evangelista, nos sumerge en la contemplación de la persona de Jesús en los aspectos más nobles y sublimes de sus actitudes humanas que conectan con el corazón y el ser de Dios Padre. Él narra para su comunidad en conflicto y persecución, los detalles del comportamiento y el querer de Jesús que puedan despertar en los hermanos aquellas disposiciones para superar las dificultades, desparecer las divisiones, apaciguar las tensiones y erradicar los odios, es decir, para aprender a amar auténticamente; de esta manera hoy nos ofrece a Jesús como el Hombre-Dios, que es Amigo de los hombres y de Dios, que sabe hacer amigos a los hombres entre los hombres y con Dios. Es, en suma, un resumen de los distintos pasajes que todos los evangelistas nos ofrecen al narrar los diferentes encuentros y episodios en los que Jesús habla, interactúa, corrige y anima a sus “amigos”. Dicho de una vez, la amistad para Jesús se traduce entonces como el vínculo estrecho con el que se abraza y se ve a Dios en la existencia y relación de los creyentes que se hacen hermanos.

1.DEL CONCEPTO A LA REALIDAD:  

La cultura occidental moderna está altamente influenciada por los conceptos planos y lineales que sólo expresan la exactitud de su significado, acostumbrándonos al simplismo que termina por comunicar poco o nada de las realidades. No así en la cultura hebrea del tiempo de Jesús y de sus inmediatos seguidores, para quienes existe una pluralidad de significados en las expresiones comunicadas por el mismo Jesús y reveladas posteriormente por sus discípulos; ese es el caso del concepto “amigos” tal como Jesús llama a los cercanos. La palabra deltexto original griego es filous, como una derivación del verbo fileo= amar, complacerse en, y que termina como un sustantivo filia= amistad, filós= amigo. Por tanto, para un cristiano, desde su origen el “amigo es una realización del amor genuino de uno por otro, lejos de nuestra comprensión materializada, sentimental y emotiva que depende de nuestros gustos,preferencias e intereses. En Jesús el “amigo” adquiere el carácter de “el otro distinto de mí, que lleva también el sello de lo que es Dios= Amor, y por ello yo tengo un lugar en él y ese tiene un lugar en mí.

Así, al llamar a sus discípulos amigos, en realidad lo que Jesús hace con la fuerza de su Palabra es vincularlos a su Corazón que sabe realizar ese amor que Él es y tiene, para que por él entren en la dimensión de lo que quiere el Padre para la humanidad. Entonces la “Amistad” de Jesús= fuerza de su amor, se extiende a los suyos, haciéndolos “amigos”, es decir, capaces de ser para el mundo fuerza de amor, en acogida, servicio, respeto, cuidado y alegría.

2.DEL YO AL NOSOTROS:

La novedad de Dios para la humanidad se llama “Jesús de Nazaret”, Él instaura para todo hombre la posibilidad de realizarse y ser feliz descubriendo el actuar bondadoso y simple de Dios con sus acciones y con la fuerza de su Palabra que transforma y cambia la vida. A sus discípulos Jesús los hace participes y multiplicadores de esa “novedad”, no como premio a un esfuerzo o mérito personal sino en virtud de la urgente y necesaria comunidad de servidores que el Reino de Dios requiere en un mundo dividido, escaseado, desorientado, vacío,necesitado de amor auténtico. 

Cuando los llama “amigos”, no son sólo Suyos, sino que al atraerlos a todos a su amor los vincula en un “nosotros” con identidad y tarea común donde nadie ostenta lugares, dignidades o facultades, son “amigos por igual del Único Igual, Jesús, cuyo Corazón sabe ver y respetar las individualidades para ponerlas al servicio de la comunidad como don y riqueza para todos. Esa es la naturaleza de la comunidad eclesial, de toda comunidad cristiana, hemos nacido como fruto del Corazón amistoso del Salvador. En Jesús y desde Jesús, donde tú y yo afirmamos nuestra fe, está la verdadera identidad del amigo como persona y de la comunidad que vive y se fortalece en la amistad, de entre cada miembro con Jesús y de los miembros entre sí. Por tanto Jesús hace de este vínculo más que una alternativa de relación de alteridad, compañía y agrupación y pone a los amigos en un destino común de salvación. Los cristianos no nos hacemos amigos en virtud de una atracción de personalidades o conexión de energías, o por gustos de simpatías, ello es necesario y es común, pero no es lo absoluto o lo único. Más bien, según la fuerza de la Palabra de Jesús lo hacemos porque en ese otro actúa, habla, espera y se muestra Dios. En definitiva, soy amigo del otro por el amor a Jesús y porque en él está- como en mí- la imagen y la semejanza de Dios que nos hizo hijos en el Hijo, es decir que el otro es para mí lo que Dios quiso que fuera- hermano- no lo que yo determino que sea.

Cuando formamos y dinamizamos la comunidad bien sea familiar, pastoral, eclesial o social podemos correr el riesgo de reducir los vínculos de la amistad a puras expresiones de cordialidad, que siendo muy buenas no siempre llevan el sello de la auténtica identidad cristiana. Es necesario no conformarse con tolerar, dar la razón, dar gusto, corresponder, acoger o respetar, sino que es más apremiante aún ponerle el sello de Jesús: complacerse en el otro por lo que es en Dios y para mí, como expresión de amor, aunque no siempre nos guste cómo el otro actúa o piensa; la diferencia no es adversario, es complemento- así se lo enseñó Jesús a Juan, el Apóstol, cuando éste intento hacer de la amistad con Jesús una exclusividad de los que iban detrás del Maestro. (Mc 9,38)

3. DE LOS AMIGOS A LOS ENEMIGOS: La Sagrada Escritura, cuya lectura y meditación nos pone en contacto con estos aspectos de Jesús, señala que el Señor tuvo amigos con quienes compartía su vida cotidiana, con ellos forjó su alma sensible para saber ser en los demás, porque todos importan para Dios. De ello se deriva el hecho de que Jesús hiciera de esta amistad el motor para extender la acción salvadora del Padre, y pone un sello a la amistad que será la nota distintiva de los que en Él crean, amen y esperen: “No hay amor más grande que el que da la vida por los amigos” (Jn 15,13) y la dio para sellar definitivamente la amistad con Dios y con los hombres. 

Paradójicamente la vida que se da por los amigos, incluye a los enemigos. Sin comprender o justificar la razón que nos debe mover, Jesús lo pone como una exigencia de quien se hace su servidor y su testigo; porque si el Padre ha llamado a todos los hombres amigos (Conc. Vat II- DV-#2), hace salir su sol sobre justos e injustos (Mt 5,45) y cada hombre, cada hermano es imagen y semejanza del Creador y Padre, entonces en la comunidad no debe haber razones para excluir o seleccionar, TODOS, incluso alejados y adversarios han de caber en el corazón de quienes se han hecho amigos de Jesús. Esa será nuestra nota distintiva y nuestro aporte significativo en el mundo como discípulos del Salvador, quedando como tarea la de corregir fraternalmente y enseñar el camino correcto para que cambie de conducta y encuentre la vida.

Las familias, las comunidades eclesiales, los grupos pastorales, los grupos de cercanos, tendríamos una fisonomía tan reluciente y atractiva, como impactante, si hiciésemos converger e incluir a quien es catalogado enemigo, distinto, adverso, para que la fuerza del amor lo atrajese a Cristo y no lo marginara de la posibilidad de ser feliz, esa sería nuestraverdadera amistad con el mundo; Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando” (Jn 15,14), y en su Palabra, con tu toda su fuerza, nos mandó amarnos de corazón= filous, es decir a ser amigos.

Podemos vivir los rasgos más naturales de nuestras relaciones humanas cargadas de expresiones y actitudes que evidencien nuestra capacidad de ser buenos, sociables y alegres, porque el mundo en nuestros entornos está necesitado de ello;  pero más aún, estamos destinados a que, como creyentes y discípulos, como servidores de Cristo, testimoniemos en el mundo que es posible una amistad que nos divinice, que nos santifique y no sólo que nos recree o nos saque de nuestras soledades y aburrimientos. Con toda la fuerza de su Palabra, – aquella a la que siempre debemos estar abiertos tanto en la celebración litúrgica como en la vida ordinaria y diaria- Cristo nos hace hoy y siempre sus amigos. Que esta amistad con Él te ocupe, te una, te llene, te atraiga y te eleve porque sin duda es ÉL, EL AMIGO QUE NUNCA FALLA Y QUIEN LO HA ENCONTRADO, HA ENCONTRADO EL TESORO DE LA VIDA.

Jorge Hugo Hernández H (Teólogo- evangelizador)

¿Que es la lectio divina? 

Hablar de lectio divina es hablar, ante todo, de un diálogo entre un amante y quien es amado. Es una lectura orante de la Palabra divina, que  Dios, por pura iniciativa propia, ha querido comunicar al hombre. En este diálogo de amor, que se convierte en oración bajo la guía del Espíritu Santo, encontramos la acción poderosa de la palabra contenida en la Sagrada Biblia.

Desde tiempos antiguos, los monjes y los Padres del desierto, en medio de su vida ascética y en búsqueda de la paz espiritual, descubrieron el valor incalculable de la lectio divina. La Iglesia, como Madre y Maestra, nos ha transmitido esta tradición, con la cual hacemos viva, eficaz y actuante la Palabra pronunciada por Dios para cada uno de nosotros.

Para comprender el valor de la lectio divina, es necesario redescubrir primero el valor de la Sagrada Escritura, y más aún, entender con el corazón que esta Palabra tiene un rostro: Jesucristo (Benedicto XVI). Así, el ejercicio de la lectio divina nos permite contemplar, en el silencio, el rostro divino y amante que desea mirarnos a los ojos y revelarnos la luz de sus palabras, que son verdad y vida.

Pero, ¿cómo hacer lectio divina? ¿Cómo convertir un pasaje bíblico en oración? Ciertamente, no es fácil por nuestros propios medios; de hecho, puede parecer imposible sin la acción del Espíritu Santo, el mismo que inspiró su escritura. Para comenzar con la lectio divina, lo primero que debes hacer es pedir la fuerza poderosa del Espíritu de Dios para que te asista e ilumine. No te preocupes: «Dios dará su Espíritu a quienes se lo pidan» (San Lucas 11,13). Por lo tanto, antes de leer el texto, invita con fe la presencia del Espíritu Santo. Él estará contigo y te guiará en este momento, que es, ante todo, una oración y un diálogo de amor.

Una vez hayas invocado al Espíritu Santo, comienza con el primer paso: la lectura (Lectio). En este momento, pregúntate: ¿Qué dice el texto? Es decir, examina el contexto, los personajes, los verbos, los lugares e incluso si es de día o de noche. Aunque no lo creas, cada detalle es importante para comprender el sentido del texto. Recuerda que el hagiógrafo (aquel que es inspirado por Dios) no dejó ningún elemento al azar. Presta atención a los detalles que te llamen la atención y tenlos presentes. En esta etapa no hagas alguna reflexión personal, solo examina los elementos del texto. Los comentarios de los biblistas pueden ser de gran ayuda en este paso.

El segundo paso es la meditación (meditatio). En este punto, te preguntarás: ¿Qué me dice el texto? Es decir, ¿cómo se relaciona este texto con mi vida hoy? ¿Cómo resuena esa palabra en mi corazón, en mi historia personal? Las palabras y acciones que te llamaron la atención en la lectura tienen un sentido profundo, y ahora es momento de descubrir cómo conectan con lo que vives hoy. Los monjes utilizaban la imagen de «masticar» o «rumiar» el texto, es decir, descomponerlo y digerirlo en lo más profundo de tu ser. Esta reflexión te ayudará a identificar hacia dónde te llama el texto. A través de la meditación, la voz de Dios te habla, te anima, te consuela y te invita a la conversión. Este es un proceso muy personal; evita caer en el error de pensar que Dios está hablando a alguien más.

Dios ya te ha hablado a través de la meditatio. Es decir, la voz de Dios ha descendido del cielo, y ahora, en este diálogo de amor, tu voz se eleva hacia el Creador mediante la oración (oratio). Aunque tu oración parezca pequeña en medio de la inmensidad de Dios, tiene el poder de llegar hasta Él. La oración es tu respuesta a Dios, por lo que en este paso de la lectio divina la pregunta es: ¿Qué le dices tú a Dios? A partir del texto que has meditado, seguramente tendrás algo que expresar: alabanza, agradecimiento, perdón o súplica. Tu oración debe basarse en el texto que estás convirtiendo en oración, ya que es ese quien suscita tu respuesta.

La oración a la que te conduce la lectio divina es especialmente contemplativa, lo que nos lleva a una respuesta necesaria: el silencio de acogida o de entrega. Este silencio nos conduce al cuarto y último paso: la contemplación (contemplatio). Has recibido un gran don: has podido escuchar la palabra divina. Ahora es momento de hacer una pausa para contemplar lo que has orado. A veces, es necesario detenerse en el silencio para sentirte amado. En la contemplación, simplemente guardamos silencio y, con un corazón enamorado, damos gracias. Para finalizar, pregúntate: ¿Cómo me comprometo con este mensaje de Dios en mi vida cotidiana?

Hagamos una lectura orante y para eso te proponemos el siguiente texto. 

San Mateo 14, 22 – 33.

Enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.  Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.

 A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».

Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesus; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».

cuando subieron a la barca amainó el viento. » Los de la barca se postraron ante él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios». 

Palabra del Señor

Luego de hacer el paso de la lectura te invitamos a meditar con los siguientes puntos: 

¿Cómo está mi relación con Jesús, lo invito a montar a mi barca?

¿Será que estoy muy lejos de Jesús, me he adentrado al mar sin él?

¿Qué es el mar para mí?

¿Mi vida está inquieta? ¿hay cosas que mueven mi corazón?

¿Cómo veo a Jesús? ¿como un fantasma?

¿Siento que Jesús puede calmar mi corazón?

¿Me atrevo a dar el paso cuando Jesús me llama?

¿Por qué tengo miedo de hacer lo que el Señor me pide?

¿Cuando actúo, tengo a Jesús como meta?