Llamados a vivir, amar y servir. Mes misionero Arquidiocesano 2024
La vocación es un llamado, proviene del verbo en latín vocare que significa llamar, también indica voz, invocar o provocar. Teniendo en cuenta esta palabra, se pretende en esta edición de nuestro Juan fe, profundizar en la importancia de sentirnos llamados, en medio de una sociedad en la que impera la indiferencia y en la cual la comunicación se ha vuelto cuestión de mensajes de texto o de redes sociales, y aun así caemos en la cuenta de que a lo largo de nuestra vida Dios nos llama, nos regala su voz para provocar en nosotros una acción constante de misión, de salida, de encarnar su reino en nuestra realidad.
La cantidad de llamados que se realizan hoy es impactante, constantemente se reciben con tanta insistencia mensajes publicitarios y por redes, que puede pasar desapercibida la voz de la conciencia en nuestras vidas o la voz serena como la brisa que en ocasiones presenta Dios en nuestra vida (1Re. 19, 12) para invitarnos a comer y a seguir nuestro camino. Que este Juan Fe nos permita entonces, darle la importancia a la voz de Dios que nos llama desde el principio, se hace presente cada instante de nuestra vida y espera una respuesta generosa por parte de cada uno de nosotros como sus hijos y también como su comunidad parroquial que tiene fijos los ojos en Jesús.
Llamados a la vida
El primer llamado que se nos presenta es el llamado a la vida, en el libro de Jeremías nos permite profundizar este llamado (Jr. 1, 5) “antes de formarte en el vientre de tu madre te conocí; antes que salieras del vientre te consagré; como profeta de las naciones te constituí” es motivo de gran felicidad comprender que Dios mismo nos conoce desde antes de nuestra existencia, es el mismo Dios quien nos llama a la vida que nos la entrega como un don de amor y de confianza para cada uno de nosotros. Nuestra vida es un proyecto de Dios y tiene todo el sentido cuando ese proyecto lo hacemos realidad de manera libre y voluntaria.
Ante este llamado surgen preguntas que tendremos que reflexionar, ¿Cómo estoy viviendo ese don?, ¿Mi vida si está en consonancia con el proyecto de Dios? ¿Cómo puedo hacer de mi vida la realización del proyecto de Dios? Para dar respuesta a estos cuestionamientos debemos entrar a nuestro corazón y darnos cuenta de todos aquellos detalles que se oponen a este llamado, también llenos de confianza en el amor de Dios tendremos que pedirle que nos permita conocer su proyecto para que la respuesta sea afirmativa y consciente pues como dice San Agustín “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
Llamados a la santidad
El segundo llamado que nos hace Dios es el complemento al primero, si Dios nos llama a la vida y nos propone un proyecto, ese proyecto tiene nombre claro, es la santidad, en el Levítico el Señor dice a Moisés “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lv. 19,2) y el Papa Francisco en su exhortación apostólica sobre el llamado a la santidad en el mundo actual (Gaudete exsultate) expresa “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”(GE. 14) esta santidad entonces se debe ver reflejada y crece a través de pequeños gestos cotidianos.
Jesús propone a sus discípulos el mismo proyecto, pero de manera más concreta “sean misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc. 6, 36) y es así como comprendemos que las obras de misericordia son un camino propuesto para alcanzar la santidad, son estas obras las que nos permiten poner en sintonía nuestra vida con el proyecto soñado por Dios, estas obras físicas y espirituales nos permiten hacer diariamente el Reino de Dios en nuestra realidad, nuestro contexto en tiempo presente y en este espacio concreto, nuestra comunidad parroquial. Ser misericordioso nos hace entrar en la dinámica de salida hacia el otro, hacia el que sufre, siendo conscientes que no lo hacemos por nuestra iniciativa, sino que somos enviados por Jesús, de la misma manera en que Jesús se sabía enviado por su Padre.
Jesús enviado del padre
Jesús en Nazaret proclama y hace suyas las palabras del profeta Isaías “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres, a anunciar la libertad a los presos, a dar la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc. 4, 18-19) es sin duda alguna el proyecto propuesto por Dios a vivir santamente, Jesús lo asume y lo vive a plenitud y nos envía a nosotros, sus seguidores, a hacerlo nuestro también y de esta manera responder al llamado a la vida y a la santidad planteados anteriormente.
La iglesia enviada por Jesús
A lo largo del Evangelio Jesús envía a sus discípulos a proclamar el Reino de Dios en varias ocasiones, en este caso nos centraremos en el último capítulo de Mateo, antes de subir al cielo Jesús al lado del Padre nos da el envío misionero a toda su iglesia “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he enseñado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 19-20) Este mandato deja clara la misión permanente de toda la iglesia desde siempre, estamos llamados a ser y hacer discípulos de Jesús, a vivir nuestro bautismo y a enseñar el Reino de Dios hoy, ese Reino que nos permite tener la certeza que Dios está con nosotros siempre y que nunca nos va a dejar.
Mes misionero en la Arquidiócesis
Dando respuesta a este llamado permanente a la misión, cada mes de octubre se celebra de manera especial la acción misionera de la iglesia, en nuestra Arquidiócesis este año se ha asumido el mes misionero con un lema muy claro, “llamados a vivir, amar y servir” es la forma indicada de hacer nuestras vidas coherentes a los llamados de Dios, nos ha llamado a vivir y la santidad se alcanza amando y sirviendo a los otros, este mes es una oportunidad perfecta para responder de manera afirmativa a los proyectos a los que Dios nos ha llamado desde el principio.
Nuestra parroquia responde de manera activa a este llamado, lo hace por medio de toda la comunidad, de la que han salido un grupo significativo de misioneros, que se han formado y preparado en la oración para vivir su bautismo de la mejor manera, además para salir a los otros con amor y servicio, por medio de las asambleas, las visitas a los otros y la llegada a los sectores a vivir la promesa de Jesús, mostrando que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. También los grupos y pequeñas comunidades estamos en la dinámica misionera, por medio de la oración, la apertura y la acogida amorosa de todo aquel que llegue a nuestra parroquia en busca del Dios que nos ama y nos llama.
Por último, este es un llamado a todos los sectores y habitantes de nuestra parroquia para que abramos la puerta a aquellos misioneros, para que abran también el
corazón para recibir el mensaje que se transmite en la vida de cada uno de los que llegan y que podamos así sincronizarnos conforme al proyecto planteado por Dios desde el principio para nosotros, logrando así encontrar el sentido de la vida como don precioso de Dios para cada uno.
Elementos para tener en cuenta este mes misionero
Para responder de la mejor manera al llamado misionero del Padre, los invito atener en cuenta los siguientes elementos:
• Oración: La oración por las misiones y por los misioneros siempre ha sido fundamental en la que pedimos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies porque la cosecha es abundante. Que a imagen de SantaTeresita del niño Jesús, nuestra oración de frutos abundantes para los misioneros.
• Vida sacramental: Los misioneros debemos tener siempre presente que somos enviados por Jesús, y necesitamos de su presencia, de su amor y de su ejemplo y la mejor forma de alcanzar todo esto, es por medio de la vida sacramental, en especial la Eucaristía.
• Comunidad: La misión no se realiza solo, es una respuesta individual para conformar una comunidad de llamados y enviados por Dios.
Que las comunidades de nuestra parroquia seamos parte activa de la misión con la acogida y el aporte de misioneros.
• Salida: La salida permanente implica desacomodarnos, pero sobre todo implica mucha confianza y fe en aquel que se ha fijado en nosotros, nos ha llamado y nos ha dado sentido por medio de la misión.
• Acogida: Cada miembro de la parroquia debe tener la acogida como una acción que continua la misión ya que a imagen del Padre del hijo pródigo sale a recibir a su hijo, lo viste, lo baña y hace una fiesta por su llegada.
El Rosario ¿Una oración aburrida?
El pasado 7 de octubre celebramos la memoria de Nuestra Señora del Rosario. Es por esta razón que la Iglesia ha designado octubre como el «mes del rosario», y queremos aprovechar esta ocasión para reflexionar sobre esta hermosa práctica de piedad.
Sin embargo, para algunos, el rezo del rosario ha llegado a percibirse como una actividad monótona, marcada por la repetición de palabras que parecen innecesarias en una época donde prevalece lo inmediato. En medio de este contexto, meditar en silencio y repetir las mismas palabras puede parecer poco atractivo, pero he aquí la primera de las enseñanzas del Santo Rosario: «Cuando el rosario es rezado devotamente y constantemente, trae consigo una gran cantidad de gracias del cielo.» San Luis María Grignion de Montfort.
Pero la verdad es que el rosario es todo menos aburrido. Esta oración es una poderosa arma contra el mal. El Santo Cura de Ars decía: “Con el rosario le he arrebatado muchas almas al demonio”. Y el Papa San Pío X afirmaba: “Dadme un ejército que rece el rosario y conquistaré el mundo”. Como ellos, muchos otros santos han descubierto el poder del rosario. Tanto por su historia como por su fuerza espiritual, el rosario es más que un simple objeto decorativo; es un arma espiritual poderosa.
El origen de esta oración se remonta al año 1208, cuando Santo Domingo de Guzmán, sacerdote español, recibió de la misma Virgen María el encargo de propagar el rosario, una oración que ella misma le enseñó. Aunque tuvo gran éxito en su misión y convirtió el rosario en el símbolo de la comunidad que fundó, los dominicos, no fue hasta el 7 de octubre de 1571 que el rosario adquirió un significado aún más profundo.
En ese día, durante la decisiva Batalla de Lepanto entre cristianos y musulmanes, las flotas cristianas, siendo muy inferiores en número, rezaron el santo rosario y, milagrosamente, obtuvieron la victoria. Inspirado por este evento, el Papa Pío V, que estaba en Roma y aún no había recibido noticias de la batalla, anunció al pueblo que los cristianos habían triunfado por intercesión de la Virgen, nombrando aquel día como el día de Nuestra Señora de las Victorias. Este acontecimiento consolidó el rosario como una oración de poder espiritual y protección.
Como si esto no fuera suficiente, las apariciones de Nuestra Señora a tres niños en el pequeño pueblo de Cova de Iria, en Fátima, Portugal, y su llamado a la conversión y al rezo del santo rosario para alcanzar la paz, resuenan hoy más que nunca. La Virgen nos invita, a los hombres y mujeres del siglo XXI, a volver a tomar el rosario en nuestras manos. Nos llama a usarlo como un arma espiritual para desarmar los ejércitos impulsados por la ambición de poder, para pacificar los hogares divididos, y para sanar los corazones llenos de odio y resentimiento que, alejados de Dios, han olvidado el amor que Él nos ofrece, un amor que nos llama a ser constructores de paz.
Recemos el rosario en familia, por la Iglesia,por nuestra conversión personal, por nuestra patria, y por el fin de todas las guerras.